Noticia

28-4-2001

La Nación (Ciudad de Buenos Aires, Argentina)

por Sebastián Ríos


 

Accidentes: en la Argentina, el 80% de los profesionales no las manipula correctamente

Agujas que dañan a los médicos

 

Lo mismo ocurre con los bisturíes y otros elementos cortantes utilizados en quirófanos y laboratorios

·        En Estados Unidos, entre 200 y 500 médicos contraen hepatitis C cada año por cortes o pinchazos.

·        Los cirujanos y los técnicos de laboratorio son los más afectados.

Aunque a todos nosotros, como pacientes, las jeringas y los bisturíes son los que nos resultan más familiares, la lista de elementos cortantes o punzantes presentes en la tarea cotidiana de los trabajadores de la salud es mucho más extensa. Y si bien es obvio que la manipulación de elementos filosos no carece de riesgos, su verdadera peligrosidad no suele estar siempre presente en la mente de enfermeras, médicos o cirujanos.

En Estados Unidos, el Centro Nacional para el Control de las Enfermedades (CDC) ha registrado 194 casos de profesionales de la salud que contrajeron el HIV por accidentes en la manipulación de elementos cortopunzantes. Pero no es el sida el mayor temor de los especialistas en la prevención de estos accidentes.

Para Justine Jagger, directora del International Health Care Worker Safety Center, del Colegio de Medicina de la Universidad de Virginia, Estados Unidos, "es importante que los trabajadores de la salud sepan que el virus de la hepatitis C es tan malo como el HIV, pero más frecuente". Cada año, en Estados Unidos, entre 200 y 500 profesionales de la salud contraen esta infección a través de heridas con elementos cortopunzantes.

En diálogo con La Nación , la doctora Jagger, que participó de la elaboración del Acta de Seguridad y Prevención ante Punciones, suscripta el año pasado por el ex presidente Bill Clinton, se refirió a los peligros de la manipulación de estos elementos y a las medidas de prevención.

-¿Qué enfermedades se pueden contagiar con un pinchazo o un corte en un hospital?

-Cualquier organismo patógeno que quede atrapado en una aguja representa un riesgo para los trabajadores de la salud. Desde enfermedades tropicales, como la malaria o el dengue, hasta enfermedades de transmisión sexual, como la sífilis. Incluso ha habidos contagios de una bacteria que come la carne y un caso con células tumorales en un laboratorio de investigación.

-¿Cuáles son las más frecuentes?

-Hasta hace 20 años, en los Estados Unidos teníamos 12.000 casos anuales de contagio ocupacional de hepatitis B dentro de la comunidad médica. En los últimos cinco años, gracias a que por ley los hospitales deben proveer gratuitamente la vacuna a sus empleados, sólo hubo un caso.

El problema es hoy la hepatitis C, pues no tiene vacuna, e incluso su tratamiento es muy limitado. Una enfermera se pincha, en promedio, al menos una vez cada cinco años, y entre el 5 y el 7% de los pacientes hospitalarios tiene hepatitis C. Si uno piensa en un hospital con mil enfermeras, está hablando de un número muy grande expuesto a esta enfermedad.

Además, las consecuencias de una infección por este virus son tan graves como las del HIV. En Charlotesville, donde yo vivo, he visto el caso de una enfermera que contrajo la enfermedad y que ya ha recibido dos trasplantes de hígado y uno de riñón por la infección; hoy, el segundo hígado se ha vuelto a infectar.

-¿Qué especialidades están más expuestas a estos riesgos?

-Los técnicos de laboratorio que deben extraer sangre y los médicos o enfermeras que deben insertar catéteres intravenosos. También están en alto riesgo los que manipulan tubos capilares de vidrio que contienen sangre; éstos se rompen muy fácilmente y cuando abren una herida causan un sangrado intenso.

Pero según nuestras investigaciones son los cirujanos quienes tienen el riesgo más alto de todos los profesionales de la salud: se estima que los cirujanos cardíacos se pinchan entre cuatro y cinco veces por operación.

-¿Por qué con tanta frecuencia?

-La mayoría de las veces se pinchan con las agujas al realizar suturas. Lo que los cirujanos no saben es que en la mayoría de los casos (los vasos sanguíneos son una excepción) no es necesario que estas agujas tengan filo porque los tejidos internos son muy poco densos y se pueden atravesar con una aguja sin filo. Las suturas cutáneas tampoco requieren agujas afiladas: se pueden usar en su lugar ganchos, bandas o sustancias adhesivas, que son mucho menos riesgosos.

-¿Qué otras medidas se pueden tomar para reducir el riesgo de pinchazos y cortes?

-Las heridas con objetos punzantes o instrumentos cortantes son el riesgo ocupacional más fácil de prevenir en los trabajadores de la salud. En primer lugar, hay que tomar en cuenta que muchas agujas son innecesarias y debemos deshacernos de ellas. Un ejemplo son las que se usan para conectar las partes de las líneas intravenosas; si estas conexiones están muy cerca del paciente, se pueden contaminar muy fácilmente cuando hay un reflujo de sangre hacia arriba. Conozco tres casos de contagio de HIV con estas agujas.

Por otro lado, el riesgo está relacionado con el diseño de los productos, y se los puede rediseñar. Actualmente existen modelos de jeringas y de catéteres con agujas retráctiles o que son cubiertas por un capuchón plástico que se saca hacia afuera evitando el riesgo que implica colocar manualmente el capuchón. Nosotros los hemos testeado y brindan un nivel muy alto de prevención, que ronda entre el 80 y el 90%. Contar con estos elementos es como tener una vacuna universal que proteja contra todos los agentes infecciosos.

-¿Son accesibles estos dispositivos?

-En algunos casos, como los tubos capilares de plástico o las agujas de sutura sin filo, no hay un costo mayor significativo. De todos modos, hay que pensar en la relación costo-beneficio: en Estados Unidos, un trabajador de la salud que se contagia hepatitis C por un pinchazo implica un costo de 600.000 dólares entre el tratamiento y los pagos de compensación laboral, y si la hepatitis deriva en un trasplante los costos están por arriba del millón de dólares. Los costos de una infección por HIV son similares.

Pero incluso en los países que no pueden soportar estos costos, o que no disponen de tratamiento para estas enfermedades, la formación de los trabajadores de la salud también es muy onerosa y es una inversión que se pierde cuando los profesionales deben abandonar su trabajo.

 

Medidas preventivas, un déficit argentino

"La forma más fácil de determinar si los profesionales de la salud tienen conciencia del peligro que implica el manejo de elementos cortopunzantes es caminar los pasillos de un hospital y ver si las agujas han sido reencapuchadas", comenta el doctor Víctor Rosenthal, secretario general de la Comisión de Infección Hospitalaria de la Sociedad Argentina de Infectología. La regla de oro para que las personas que manipulan jeringas eviten los pinchazos es descartarlas sin la capucha protectora en recipientes denominados descartadores, inmediatamente después de su utilización.

Según Rosenthal, en nuestro país entre un 70 y un 80 por ciento de los casos, los profesionales de la salud no respetan esta regla. Es así como los accidentes con elementos cortopunzantes son frecuentes en nuestro medio: en el Hospital de Clínicas, por ejemplo, se reportan entre 100 y 120 pinchazos accidentales cada año.

Cuando esto sucede, el profesional de la salud debe ser sometido a análisis para hepatitis y HIV, y terapias para frenar la infección de este último; un estudio de Rosenthal estima en 2750 pesos el costo de las drogas, los análisis y las consultas médicas, siempre y cuando no haya contagio; en este caso, los costos son mayores.

"En la Argentina, el riesgo que tienen los profesionales de la salud de contagiarse el HIV a través de un pinchazo, un corte o una salpicadura de sangre u otro fluido corporal es del 0,4%", dice la licenciada Blanca Moretti, enfermera especializada en control de infecciones, que durante diez años estudió el contagio del sida por estos accidentes en un hospital de la Capital Federal.

De los 224 accidentes que registró Moretti, uno resultó en un contagio de HIV. Desde 1982, el Programa Nacional de Lucha contra los Retrovirus del Humano, SIDA y ETS ha registrado y documentado sólo siete casos de este tipo; la ausencia en este registro del caso estudiado por Moretti sugiere que debe de haber al menos un leve subregistro.

Las hepatitis B y C también constituyen en la Argentina un riesgo para los profesionales de la salud que sufren un accidente con elementos cortopunzantes. "Si bien una ley obliga a que estos trabajadores sean vacunados contra la hepatitis B, y los hospitales y sanatorios generalmente ofrecen las vacunas, sólo el 70% del personal está vacunado", asegura el doctor Rosenthal.