Lo mismo
ocurre con los bisturíes y otros
elementos cortantes utilizados en quirófanos y laboratorios
·
En Estados Unidos, entre 200 y 500 médicos contraen hepatitis C
cada año por cortes o pinchazos.
·
Los cirujanos y los técnicos de laboratorio son los más
afectados.
Aunque a todos
nosotros, como pacientes, las jeringas y los
bisturíes son los que nos resultan
más familiares, la lista de elementos cortantes o punzantes
presentes en la tarea cotidiana de los trabajadores de la salud
es mucho más extensa. Y si bien es obvio que la manipulación de
elementos filosos no carece de riesgos, su verdadera
peligrosidad no suele estar siempre presente en la mente de
enfermeras, médicos o cirujanos.
En Estados
Unidos, el Centro Nacional para el Control de las Enfermedades
(CDC) ha registrado 194 casos de profesionales de la salud que
contrajeron el HIV por accidentes en la manipulación de
elementos cortopunzantes. Pero no es
el sida el mayor temor de los especialistas en la prevención de
estos accidentes.
Para
Justine Jagger,
directora del International
Health Care
Worker Safety
Center, del Colegio de Medicina de
la Universidad de Virginia, Estados Unidos, "es importante que
los trabajadores de la salud sepan que el virus de la hepatitis
C es tan malo como el HIV, pero más frecuente". Cada año, en
Estados Unidos, entre 200 y 500 profesionales de la salud
contraen esta infección a través de heridas con elementos
cortopunzantes.
En diálogo con
La Nación , la doctora Jagger,
que participó de la elaboración del Acta de Seguridad y
Prevención ante Punciones, suscripta el año pasado por el ex
presidente Bill
Clinton, se refirió a los peligros de la manipulación de
estos elementos y a las medidas de prevención.
-¿Qué
enfermedades se pueden contagiar con un pinchazo o un corte en
un hospital?
-Cualquier
organismo patógeno que quede atrapado en una aguja representa un
riesgo para los trabajadores de la salud. Desde enfermedades
tropicales, como la malaria o el dengue, hasta enfermedades de
transmisión sexual, como la sífilis. Incluso ha habidos
contagios de una bacteria que come la carne y un caso con
células tumorales en un laboratorio de investigación.
-¿Cuáles son
las más frecuentes?
-Hasta hace 20
años, en los Estados Unidos teníamos 12.000 casos anuales de
contagio ocupacional de hepatitis B dentro de la comunidad
médica. En los últimos cinco años, gracias a que por ley los
hospitales deben proveer gratuitamente la vacuna a sus
empleados, sólo hubo un caso.
El problema es
hoy la hepatitis C, pues no tiene vacuna, e incluso su
tratamiento es muy limitado. Una enfermera se pincha, en
promedio, al menos una vez cada cinco años, y entre el 5 y el 7%
de los pacientes hospitalarios tiene hepatitis C. Si uno piensa
en un hospital con mil enfermeras, está hablando de un número
muy grande expuesto a esta enfermedad.
Además, las
consecuencias de una infección por este virus son tan graves
como las del HIV. En Charlotesville,
donde yo vivo, he visto el caso de una enfermera que contrajo la
enfermedad y que ya ha recibido dos trasplantes de hígado y uno
de riñón por la infección; hoy, el segundo hígado se ha vuelto a
infectar.
-¿Qué
especialidades están más expuestas a estos riesgos?
-Los técnicos
de laboratorio que deben extraer sangre y los médicos o
enfermeras que deben insertar catéteres intravenosos. También
están en alto riesgo los que manipulan tubos capilares de vidrio
que contienen sangre; éstos se rompen muy fácilmente y cuando
abren una herida causan un sangrado intenso.
Pero según
nuestras investigaciones son los cirujanos quienes tienen el
riesgo más alto de todos los profesionales de la salud: se
estima que los cirujanos cardíacos se pinchan entre cuatro y
cinco veces por operación.
-¿Por qué con
tanta frecuencia?
-La mayoría de
las veces se pinchan con las agujas al realizar suturas. Lo que
los cirujanos no saben es que en la mayoría de los casos (los
vasos sanguíneos son una excepción) no es necesario que estas
agujas tengan filo porque los tejidos internos son muy poco
densos y se pueden atravesar con una aguja sin filo. Las suturas
cutáneas tampoco requieren agujas afiladas: se pueden usar en su
lugar ganchos, bandas o sustancias adhesivas, que son mucho
menos riesgosos.
-¿Qué otras
medidas se pueden tomar para reducir el riesgo de pinchazos y
cortes?
-Las heridas
con objetos punzantes o instrumentos cortantes son el riesgo
ocupacional más fácil de prevenir en los trabajadores de la
salud. En primer lugar, hay que tomar en cuenta que muchas
agujas son innecesarias y debemos deshacernos de ellas. Un
ejemplo son las que se usan para conectar las partes de las
líneas intravenosas; si estas conexiones están muy cerca del
paciente, se pueden contaminar muy fácilmente cuando hay un
reflujo de sangre hacia arriba. Conozco tres casos de contagio
de HIV con estas agujas.
Por otro lado,
el riesgo está relacionado con el diseño de los productos, y se
los puede rediseñar. Actualmente existen modelos de jeringas y
de catéteres con agujas retráctiles
o que son cubiertas por un capuchón plástico que se saca hacia
afuera evitando el riesgo que implica colocar manualmente el
capuchón. Nosotros los hemos testeado y brindan un nivel muy
alto de prevención, que ronda entre el 80 y el 90%. Contar con
estos elementos es como tener una vacuna universal que proteja
contra todos los agentes infecciosos.
-¿Son
accesibles estos dispositivos?
-En algunos
casos, como los tubos capilares de plástico o las agujas de
sutura sin filo, no hay un costo mayor significativo. De todos
modos, hay que pensar en la relación costo-beneficio: en Estados
Unidos, un trabajador de la salud que se contagia hepatitis C
por un pinchazo implica un costo de 600.000 dólares entre el
tratamiento y los pagos de compensación laboral, y si la
hepatitis deriva en un trasplante los costos están por arriba
del millón de dólares. Los costos de una infección por HIV son
similares.
Pero incluso
en los países que no pueden soportar estos costos, o que no
disponen de tratamiento para estas enfermedades, la formación de
los trabajadores de la salud también es muy onerosa y es una
inversión que se pierde cuando los profesionales deben abandonar
su trabajo.
Medidas
preventivas, un déficit argentino
"La forma más
fácil de determinar si los profesionales de la salud tienen
conciencia del peligro que implica el manejo de elementos
cortopunzantes es caminar los
pasillos de un hospital y ver si las agujas han sido
reencapuchadas", comenta el doctor
Víctor Rosenthal, secretario general
de la Comisión de Infección Hospitalaria de la Sociedad
Argentina de Infectología. La regla
de oro para que las personas que manipulan jeringas eviten los
pinchazos es descartarlas sin la capucha protectora en
recipientes denominados descartadores,
inmediatamente después de su utilización.
Según
Rosenthal, en nuestro país entre un
70 y un 80 por ciento de los casos, los profesionales de la
salud no respetan esta regla. Es así como los accidentes con
elementos cortopunzantes son
frecuentes en nuestro medio: en el Hospital de Clínicas, por
ejemplo, se reportan entre 100 y 120 pinchazos accidentales cada
año.
Cuando esto
sucede, el profesional de la salud debe ser sometido a análisis
para hepatitis y HIV, y terapias para frenar la infección de
este último; un estudio de Rosenthal
estima en 2750 pesos el costo de las drogas, los análisis y las
consultas médicas, siempre y cuando no haya contagio; en este
caso, los costos son mayores.
"En la
Argentina, el riesgo que tienen los profesionales de la salud de
contagiarse el HIV a través de un pinchazo, un corte o una
salpicadura de sangre u otro fluido corporal es del 0,4%", dice
la licenciada Blanca Moretti,
enfermera especializada en control de infecciones, que durante
diez años estudió el contagio del sida por estos accidentes en
un hospital de la Capital Federal.
De los 224
accidentes que registró Moretti, uno
resultó en un contagio de HIV. Desde 1982, el Programa Nacional
de Lucha contra los Retrovirus del Humano, SIDA y ETS ha
registrado y documentado sólo siete casos de este tipo; la
ausencia en este registro del caso estudiado por
Moretti sugiere que debe de haber al
menos un leve subregistro.
Las hepatitis
B y C también constituyen en la Argentina un riesgo para los
profesionales de la salud que sufren un accidente con elementos
cortopunzantes. "Si bien una ley
obliga a que estos trabajadores sean vacunados contra la
hepatitis B, y los hospitales y sanatorios generalmente ofrecen
las vacunas, sólo el 70% del personal está vacunado", asegura el
doctor Rosenthal. |